además de protegerlos de los factores de riesgo que puedan impedir un desarrollo de su
potencial (Lozano, 2014).
Un factor importante es la estabilidad afectiva, que tiene un gran peso en todo sentido
de la vida de un niño/a. La persistencia familiar, la violencia y motivación son factores
que influyen en esta estabilidad afectiva y pueden generar múltiples variaciones en la
personalidad y presentan una amplia afectación en relación al rendimiento académico y
escolar (Pacho y Chiqui, 2011).
Las tensiones económicas afectan a las familias, las relaciones dentro de casa pueden
llegar a cambiar en la adolescencia, en este caso, los adolescentes que sienten un
rechazo por parte de alguno de los familiares, llegando a tener varios problemas en
su adaptación y en las relaciones dentro del hogar, además que existen factores que
pueden hacer que esto empeore aún más, entrando en pandillas como una búsqueda de
libertad y estatus, las coaliciones, como una pertenencia étnica, las amistades como
una búsqueda de libertad que sustenta parte de la adolescencia y por último, las
relaciones románticas que se desarrollan por experiencia y diversidad. Los infantes que
padecen de maltrato infantil suelen ser introvertidos, en otros casos violentos, afectando
su personalidad y que a largo plazo afecta en la socialización con sus semejantes, ya sea
en espacios sociales, laborales y/o personales.
Durante la adolescencia se busca la identidad frente a los roles impuestos por la
sociedad, la autoestima toma protagonismo en encontrar regular las habilidades sociales
junto con las necesidades y las aspiraciones del ser humano. El individuo expresa en un
contexto interpersonal sus necesidades, sentimientos, preferencias, opiniones o
derechos, sin ansiedad excesiva y de manera asertiva, el ambiente familiar es el primer
sistema con el cual el niño tiene contacto, y, por tanto, todos sus aprendizajes provienen
de este, socialmente la familia se convierte en un pilar fundamental de la sociedad. En
este sentido, la familia se convierte en una fuente de afecto, protección y seguridad para
niños y adolescentes; sin embargo, las cifras revelan una historia diferente. En 2016, en
la última encuesta sobre la situación de la niñez y adolescencia en Ecuador, reveló que
el principal desafío para la infancia en el país es la violencia. Los datos confirman que
el maltrato ocurre en los lugares donde los niños deberían estar seguros: el hogar, la
escuela y el entorno comunitario.
El maltrato a niños y adolescentes es en todo sentido perjudicial, las lesiones físicas,
emocionales, psicológicas, negligencia y maltrato físico, al tener lugar en el entorno
familiar, dejan graves secuelas, las mismas que se van a manifestar no solo en
problemas emocionales y académicos, sino también en sentimientos de desconfianza
hacia sus progenitores o cuidadores. Los índices de trauma por lo sucedido en casa se
van a manifestar en los problemas que se presentan al momento de socializar, ya que el
adolescente muestra miedo e inseguridad, y en ocasiones ira, la misma que puede llevar
a confrontaciones, agresiones, peleas, rebeldía hacia los padres, y esto va a incrementar
el malestar interno y llegar a separaciones.
De acuerdo a un estudio, casi el 40% de los niños, niñas y adolescentes recibe un trato
violento por parte de sus padres. El 26% por parte de sus profesores. El 60% es testigo
de peleas entre alumnos, y 4 de cada 10 se siente inseguro en el transporte público
(Apolo et al., 2016). Otros estudios muestran que existe un traspaso de la violencia de
generación a generación, casi el 40% de los niños, niñas y adolescentes que fueron
golpeados en sus hogares, provienen de hogares en los cuales sus padres también fueron