https://doi.org/10.35290/rcui.v9n3.2022.562
La periferia barrial del Centro histórico de Quito como
un lugar habitable, dinámico, patrimonial y social
The neighborhood periphery of the Historic center of Quito as a
habitable, dynamic, patrimonial and social place
Fecha de recepción: 2022-02-24 • Fecha de aceptación: 2022-05-30 • Fecha de publicación: 2022-09-10
Raúl Gonzalo Zhingre Chamba
Escuela Politécnica Nacional, Ecuador
raul.zhingre@epn.edu.ec
https://orcid.org/0000-0002-4835-6810
Resumen
Durante la década de 1980 existieron tres puntos de vista acerca del Centro histórico de
Quito (CHQ): como un lugar marcado por el monumentalismo; la ciudad y su centro
como diversidad social; y como un lugar habitable, dinámico, patrimonial y social. Los
dos primeros expresaban la visión del municipio de Quito, mientras que el último
correspondía a los pobladores barriales. Así, el objetivo de esta investigación busca
reflexionar la tercera vertiente que proviene de la periferia del centro. En cuanto a la
metodología se fundamentó en entrevistas a moradores barriales y urbanistas, artículos
de prensa y fuentes secundarias, a partir de lo cual se analizó a los barrios San Marcos y
La Loma Grande como casos de estudio. De las entrevistas se obtuvo como resultado
que el componente periférico constituyó un soporte reflexivo con lo que se sacó a la luz
el patrimonio barrial y otras dinámicas sociales que moldearon a los barrios y
enriquecieron a su centro. Sobre las conclusiones, se visualiza a los barrios con vínculos
sociales, comunales y portaron memoria social y patrimonial en los años investigados,
aspectos importantes a considerar para una mejor política pública sobre turismo,
patrimonio y cultura en Quito actual.
Palabras clave: periferia barrial, patrimonio cultural, memoria, Centro histórico de
Quito, monumento histórico
Abstract
During the 1980s there were three points of view about the Historic center of Quito
(CHQ): as a place marked by monumentalism; the city and its center as social diversity;
and as a livable, dynamic, patrimonial and social place. The first two expressed the
vision of the municipality of Quito, while the latter corresponded to the neighborhood
residents. Thus, the objective of this research seeks to reflect on the third aspect that
comes from the periphery of the center. The methodology was based on interviews with
neighborhood residents and urban planners, press articles and secondary sources, from
which the San Marcos and La Loma Grande neighborhoods were analyzed as case
studies. As a result of the interviews, the peripheral component constituted a reflective
support that brought to light the neighborhood heritage and other social dynamics that
shaped the neighborhoods and enriched their center. Regarding the conclusions, we
visualized the neighborhoods with social and communal links and they carried social
and patrimonial memory in the years investigated, important aspects to consider for a
better public policy on tourism, heritage and culture in Quito today.
Keywords: neighborhood periphery, cultural patrimony, memory, Historic center of
Quito, historical monument
Introducción
El propósito de este trabajo es reflexionar a la periferia inmediata del Centro histórico de
Quito (CHQ) como un lugar habitable, dinámico y cultural, considerando los aportes de
los vecinos barriales de San Marcos y La Loma Grande como estudios específicos. Esta
mirada fue una de las tres orientaciones reflexivas existentes durante la década de 1980
sobre el CHQ, pues no hubo un solo CHQ, sino varias formas de concebirlo y
representarlo. Por ello, en esta introducción conviene contrastar los principales
argumentos de los mismos, y, luego, en apartados posteriores, centrar la reflexión sobre
el punto de vista periférico, tema central de estudio de esta investigación.
1.1 El punto de vista monumental
En los años 80 no hubo un solo CHQ, sino varias formas de analizarlo y representarlo.
El monumentalismo como eje de reflexión fue uno de ellos. La perspectiva monumental
analizó en un doble propósito al centro histórico: el ordenamiento espacial y la
valoración del patrimonio monumental de la época colonial que justificaba un discurso
de conservación. Fue una corriente convencional inscrita en un pensamiento que actuó
conforme a los legados de la época indicada como la única valoración histórica.
Según lo indicado, el enfoque monumental que valoró solo el patrimonio físico no es la
dificultad central, sino la prioridad física de la arquitectura por sobre aspectos
culturales, sociales e históricos que, incluso, desplazó otros lugares con historia y
centralidad étnica. Por ejemplo, las comunas quiteñas cercanas al centro de la urbe no
fueron valoradas de manera positiva por su condición campesina e indígena.
Según lo expuesto, y cómo indica Smith (2011), la mirada monumental al enfatizar el
patrimonio como un objeto, sitio o cosa, se distanció del patrimonio con diversos
significados, con lo que la creación cultural proveniente del margen fue minimizada.
Las interpretaciones del monumentalismo estaban lejos de ser una preocupación
humana, con el fin de mejorar la funcionalidad de la ciudad y, sobre todo, la calidad de
vida de sus vecinos, lo cual era una anomalía en un periodo caracterizado por el
hacinamiento y la tugurización, el aumento del comercio y las ventas ambulantes o la
falta de espacio para vivienda de pobladores que llegaban desde el campo a Quito.
Este punto de vista se expresaría en la Declaratoria de Quito (1984) Patrimonio de la
Humanidad. En este documento se relevó a Quito como una estructura monumental
colonial, razón por la que se valoró al CHQ en cuanto a sus monumentos, arquitectura y
arte de este período.
Dicho texto, presentó a Quito como un espacio que articulaba la identidad del Ecuador
desde un enfoque de historia colonial. Por ello, se adujo en 1984 que Quito, “siempre ha
constituido el origen más remoto de la nacionalidad ecuatoriana” (Declaratoria de
Quito, p.1).
El argumentar que Quito tenía una sola centralidad histórica y que esta nació en el
momento y lugar de su fundación implicaba que su historia comenzaba y terminaba en
el periodo de la colonia. Esto significó congelar la evolución milenaria de esta urbe, de
este modo, Terán (2014) informa que se propuso conservar, cuidar y proteger al CHQ.
Además, las evidencias apuntan a que la declaratoria consagraba el monumento colonial
como valor extremo, situación que condicionó el resto del patrimonio quiteño.
A partir de lo indicado, se puede aseverar que, en los años 80 se tenía como meta
proteger o rehabilitar conjuntos monumentales, principalmente civiles y eclesiásticos.
Esto se hizo porque de manera errada se creía que la arquitectura del centro era el lugar
adecuado para imaginar la comunidad quiteña y un espacio para afirmar narraciones
históricas y fortalecer la memoria de los ecuatorianos (Zhingre, 2018).
Eduardo Kingman (2004) señala que Quito es coexistencia, consecuentemente, no solo
existe Quito virreinal como se pensaba hasta antes de la primera mitad del siglo XX,
sino que la ciudad es el resultado de elementos de hispanidad y también de una fuerte
relación con la cultura popular de origen campesino, indígena, mestizo, negro y de
múltiples formas periféricas y del centro.
Como el lector podrá advertir, la exclusión social, cultural y patrimonial fue uno de los
problemas del enfoque monumental. Es importante recordar que el CHQ es un objeto de
reflexión, cuyas investigaciones han permitido representar de varias formas al centro de
Quito. Por tal motivo, dicho espacio posee definiciones múltiples, por lo que es mejor
hablar de un CHQ plural, producto de una serie de factores sociales, históricos y
patrimoniales (Zhingre, 2018).
1.2 El punto de vista social y diverso
Quito y su CHQ como diverso, fue una reflexión que nació desde miembros del
municipio capitalino, la cual buscaba rescatar a la entidad de su crisis. Este nuevo
planteamiento también implicó cuestionar la visión monumentalista que desconocía la
ciudad plural, los elementos socioeconómicos y culturales.
Debido al terremoto de 1987, para el Ecuador, de entre 1987 y 1992, fue una
experiencia crítica porque el patrimonio monumental se destruyó. No obstante, se
incorporó a la gestión del patrimonio y la vulnerabilidad de la ciudad como temas
importantes (Cabrera, 2017).
En este contexto, se pensó a Quito en su condición de riesgo y la gestión del municipio
fue respaldada con recursos económicos provenientes del fondo de salvamento y de la
Junta de Andalucía de España, con lo que se inició la preocupación social sobre el
patrimonio en la planificación urbana.
Así, se delineó la interpretación de unidad y de proceso de la ciudad, a partir de aquí
surgieron varias iniciativas del plan maestro (Carrión y Vallejo, 1994), por ejemplo,
identificaron los contextos de ordenamiento y planificación para Quito. Reflexionaron
también la ciudad democrática, en el marco del proyecto de Quito Distrito
Metropolitano.
El plan maestro analizó a Quito desde la diversidad inherente a su formación histórica.
También reflexionó al CHQ en su constitución colonial, urbana y arquitectura,
igualmente, abordó el problema social. Todo ello, con el propósito de ir más allá del
enfoque monumental que enfatizaba la raíz del pasado colonial, dejando por fuera el
desarrollo social de los habitantes (Zhingre, 2018).
Un artículo publicado por Kingman (1992) es representativo de la perspectiva que
enarbolaron los integrantes del plan maestro y que admitía “abandonar el énfasis de
Quito en el pasado colonial en pro de una identidad plural” (p.17). Por lo narrado, se
proyectó un CHQ que no solo tenía que reflexionar la herencia colonial, como expresión
máxima de su cualidad, tampoco reducir el análisis al espacio físico sin considerar su
trama social. La discusión supuso reconocer la figura de Quito milenario y, por lo tanto,
de un centro multiétnico y con varis temporalidades, acarreador conflictos (Zhingre,
2018).
En oposición al patrimonio monumental, Terán (2014) recuerda: los investigadores del
Plan Maestro planteamos la democratización en la comprensión del patrimonio en el
CHQ” (comunicación personal, 30 de junio de 2015). Conforme a lo señalado, el Diario
El Telégrafo (2015) dice: “la riqueza de Quito no solo está en su arquitectura, templos,
conventos y plazas, sino también en su gente, en su gastronomía, en el lenguaje y en las
actividades cotidianas de su población”
A consecuencia de estos aportes, en los años de 1990 se introdujo el enfoque social en
la rehabilitación del patrimonio como tema importante de gestión. Por su puesto, se
incorporó la participación de la ciudadanía como protagonista en la sustentabilidad del
patrimonio quiteño y su Centro (Zhingre, 2018).
Adicional a lo planteado, al término del decenio de 1980, los barrios periféricos del
centro fueron considerados en la estructura del patrimonio. Los especialistas del plan
maestro fueron quienes abordaron a los barrios como un problema social. Se inició, de
este modo, un conjunto de reflexiones acerca de la vivienda, tugurización, transporte
público, higiene, espacio público, también aquellas actividades que dañaron el
patrimonio, como las bodegas comerciales y el comercio ambulante y popular (Jijón,
comunicación personal, 29 de junio de 2015).
Así, se desplegó una crítica al monumentalismo, evidenciándose la presencia de varias
representaciones de CHQ, los cuales permanecieron en disputa en el período analizado.
Floreció imágenes de Quito conservado que transmite datos sobre una determinada
visión acerca del patrimonio y la identidad del Ecuador (Zhingre, 2018).
1.3 El punto de vista periférico
Esta visión corresponde a la contracara de las dos reflexiones anteriores sobre el CHQ y
provienen de la periferia inmediata del centro, quienes observaron al CHQ como un
lugar habitable, dinámico y cultural, sin que esto signifique que hayan influido en la
modificación de las políticas urbanas. La falta de un agente colectivo que movilice esta
gestión ha evitado que se materialice ese cambio de política a favor de la periferia.
Así, los barrios y otros actores sociales adquieren protagonismo y participación por su
propio peso específico, al ayudar a concebir al CHQ como un lugar habitable mediante
la recuperación de prácticas cotidianas de valor social, cultural y patrimonial, con lo que
establecen vínculos sociales sobre esa apropiación, que bien puede denominarse el
patrimonio oculto de la ciudad.
En este escenario, barrio periférico corresponde a un término que se erigió como rasgo
de urbanización en América Latina y el Ecuador, fundado en el asentamiento, la
expansión periférica y la creación de áreas metropolitanas en los años 80 (Carrión,
1989).
Además, la expresión no solo tiene que ver con la definición geográfica y administrativa
asignada por el municipio de Quito, respecto del trazado espacial urbano, sino que se
relaciona con problemáticas patrimoniales y sociales diversas que aportan a la
cartografía de la ciudad. También el barrio es un vínculo de unión, que hace del mismo
un sitio vecinal perdurable.
Por lo expuesto, en la comprensión de los moradores, los barrios formaron el flujo
colectivo del centro, situación que no fue advertida por los enfoques monumental y
social del patrimonio, porque el entramado barrial fue poco valorado.
Metodología
En un estudio sobre la ciudad, el centro histórico y su patrimonio, caben diversos
enfoques. Esta investigación se alinea a los aportes de Fernández de Rota (2001), quien
presenta a la ciudad como un espacio construido y vivido en la historia. Así, el estudio
se realizó en San Marcos y La Loma Grande, dos barrios periféricos que forman parte
de una delimitación espacial del centro histórico de Quito, el cual fue declarado
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1978.
La metodología usada fue básicamente cualitativa, pues se trabajó en función de ejes
temáticos, a través de los cuales se exploró la historia de los barrios. En atención a esta
circunstancia, la metodología guardó relación con el objeto de estudio que presenta a los
barrios como actores vivos.
El trabajo partió del interés por recuperar los rostros, la voz y las ideas de los barrios a
partir del enfoque de historia social que en esta investigación responde a la indagación
sobre el significado de barrio en la cotidianidad. El barrio es la matriz de los moradores
y punto de partida de la participación social, respecto de los modos de actuar y pensar,
en un contexto de crisis de la municipalidad y de la ciudad.
Por ello, en cuanto a las entrevistas a los vecinos barriales incorporados en esta
investigación, fue una manera de recopilar la información mediante visitas de campo. Se
planteó relacionar la historia social con los métodos ligados a la historia oral e historias
de vida. El propósito fue acercarse a la voz y los relatos de los moradores, no como
anécdotas, sino para ubicar las respuestas de los vecinos ante el municipio de Quito y la
capacidad organizativa que existe en los barrios, aspectos que los hace actores claves
del centro histórico.
Las entrevistas a los moradores tuvieron un formato abierto y no se utilizaron preguntas
estrictas y cerradas, ya que el objetivo fue acercarse al transcurrir cotidiano de la gente.
Así se buscó que los pobladores pudieran narrar y recordar su realidad barrial y del
centro histórico de Quito. Se trató de la elaboración de una experiencia biográfica de un
autorretrato individual, barrial y vecinal.
No obstante, se usó la siguiente guía de preguntas:
¿Qué acontecimientos importantes recuerda haber vivido en su barrio?
¿Qué actividades frecuentes se realizaban en su barrio y cómo se vivía la
vecindad?
¿Qué se decía en su barrio acerca del Centro Histórico de Quito?
¿Cómo entiende usted y su familia el Centro Histórico de Quito?
¿Cómo y qué recuerda al Municipio de Quito?
¿Existía en su barrio algún indicio de patrimonio cultural, actividad deportiva o
tradicional?
También se usaron varios artículos de diarios de mayor circulación de Quito como La
Hora, El Telégrafo y el Hoy, situación que ayudó a la narrativa del tema investigado.
Con el mismo propósito se realizó entrevistas a especialistas urbanos. En suma, a los
moradores barriales, en este texto, se los incorpora como agentes urbanos que forman
parte del conjunto protegido de Quito. Por ello, desde el punto de vista metodológico, a
continuación se expone como parte de los resultados cuáles son los barrios, dónde se
sitúan respecto de la estructura del CHQ, quiénes son sus habitantes, a qué estrato social
pertenecen, cuáles son los espacios colectivos, cómo es su arquitectura doméstica y qué
ideas tenían.
Resultados
3.1 Barrio San Marcos
San Marcos, fundado en 1580, fue construido paralelo a La Loma Grande, siendo los
dos barrios los más antiguos de uso residencial. Los españoles le dieron ese nombre en
honor al discípulo de Pedro. El barrio es una prolongación como un delgado brazo hacia
el oriente del núcleo central, a lo largo de la calle Junín. La estrechez de su vía principal
le da al sitio “un aire de antigüedad” (La Hora, 2007). El sector se caracteriza por ser
comercial y tiene una extensión de 15,88 ha.
Su arquitectura es de estilo republicano y colonial. En el barrio se encuentran seis
museos, dos centros culturales y uno de los cinco monasterios femeninos de clausura
más antiguos de Quito, el Convento de Santa Catalina de Siena que data del siglo XVI y
se localiza en la calle Montúfar. En su interior funciona un museo con su mismo
nombre.
Desde el punto de vista geográfico, el barrio empieza en el convento nombrado y
concluye en el parque contiguo a la Iglesia de San Marcos. El convento fue creado para
los indígenas. La parroquia de San Marcos fue fundada por Fray Luis López de Solís a
inicios del siglo XVII, que por aquel tiempo existían ya españoles y mestizos. Estos
realizaban actividades comerciales, artesanales y oficios religiosos.
En la época de la independencia, este barrio fue el lugar de residencia de próceres como
Francisco Javier de Ascasubi, quien residió en la casa localizada en las calles Flores y
Junín. Hasta mediados del siglo XX el barrio fue habitado por personas de clase media
alta de Quito.
Entre los centros culturales y museos se destacan la Casa de la Danza, Karakola, Kasa
de Experimentación, Konvivencia Artística, Centro Cultural la Cuchara de San Marcos,
Museo Manuela Sáenz y el Museo de Acuarela y Dibujo. En estos lugares se realizan
presentaciones artísticas, muestras de arte, teatro, danza y festivales de cuentos y
leyendas. Sobre esto último, B. Bautista, uno de los organizadores, señala que “Quito es
una ciudad de cuentos y leyendas y estos espacios sirven para que los vecinos
transmitan sus historias y leyendas para recuperar la tradición oral de Ecuador y su
capital” (comunicación personal, 12 de enero de 2020).
Otras infraestructuras antiguas han sido adecuadas para cafeterías, bares y restaurantes
que ofertan la amplia gastronomía quiteña. Nos referimos, por citar dos casos, a la
Cafetería Dios no muere, localizada en las calles Junín y Flores, y al restaurante la
Octava de Corpus, situado en la Junín, junto a la Plaza de San Marcos.
J. Burgos, dueño de este último, afirma que el nombre de su local es una representación
de la cultura ecuatoriana relacionada con las fiestas del Corpus Cristi. La edificación
donde funciona el restaurante data de 1880 (comunicación personal, 12 de enero de
2020).
Respecto de quienes habitan actualmente el barrio, R. Guzmán, vecino del lugar, señala
que en su mayoría son adultos y mayores, por lo que estas personas poseen recuerdos y
anécdotas inimaginables. En cambio, la juventud es la encargada de organizar los
eventos culturales, deportivos y artísticos (comunicación personal, 12 de enero de
2020).
Sobre los espacios de socialización recreativas, el entrevistado expresa que el barrio no
tiene áreas deportivas ni espacios verdes. Agrega que “solo existe el parque central, en
la Iglesia de San Marcos, pero que por su arquitectura sirve para sentarse y no para
realizar deporte alguno”.
El trabajo sexual en la calle Junín y Guayaquil era lo característico en décadas
anteriores. No obstante, las políticas de reubicación del Municipio y la acción vecinal,
en los últimos cinco años, han hecho que el número de trabajadoras disminuya, afirma
Guzmán.
El barrio San Marcos, según cuenta J. Hidalgo, morador del sector desde 1980, es
colorido, diverso, comunitario y activo. “Se caracteriza así por las pintorescas casas, por
los oficios como fotógrafos, zapateros, cerrajeros, carpinteros, costureras, joyeros y
sastres. Asimismo, los vecinos somos una comunidad, sobre todo los que hemos vivido
en el sector más de 40 años”. (comunicación personal, 18 de junio 2015).
Si fuera posible reducir a Quito en un solo vecindario, San Marcos sería el barrio
bohemio, cultural, artístico, festivo, histórico, antiguo, gastronómico y comercial,
comenta G. Morales, quien pertenece a una de las familias que ha vivido por décadas en
este sitio (comunicación personal, 10 de mayo 2018).
San Marcos, en la década de 1980, se constituyó en un espacio cultural y para reforzar
este criterio, R. Báez, vendedora de periódicos y arrendataria de una de las casas más
antiguas del vecindario, menciona que el sitio encerraba arte, música, deporte, literatura
y gastronomía.
Acota que el sector era un micromundo donde se podía disfrutar en paz, porque en el día
se vivía el ambiente de barrio comunal a través de mingas y en las noches la música, el
baile y el licor invitaban a estar en la calle. Por ello, San Marcos era considerado un
barrio bohemio. Agrega que el espacio se caracterizó por su dinámica vecinal
(comunicación personal, 4 de junio de 2015).
Esto último está documentado en un sinnúmero de cuadros recordatorios, los mismos
que se exhiben en los muros y puertas de las viviendas actuales. Por ejemplo, en la casa
E-3-183, localizada en la calle Junín, dice: “Familia Endara-Hidalgo: deseamos que la
comunidad San Marqueña regrese a ser lo que fue hace años: unida, sincera y por un
compartir por y para la comunidad”.
Otra de las características del sector fue el comercio, puesto que en su calle principal
existía y existe un sinnúmero de tiendas de barrio y restaurantes manejados por las
mismas familias por décadas. Es el caso de la Picantería la Tía, que funciona desde hace
70 años; La 5ta. paila del diablo, donde se pueden saborear las delicias quiteñas como
tortillas de papa y hornado; la Picantería Mama Miche, creada en 1940; y la Picantería
Laurita de Laura Mena. Todos estos lugares son ejemplos de actividades que se han
prolongado en el tiempo, indica J. Hidalgo.
También San Marcos tenía sus propias costumbres de convivencia como la minga
social, la calidez y la honestidad, lo que llevó a que los vecinos sientan orgullo de su
barrio, por lo que no era necesario identificarse con el centro histórico de Quito, subraya
don J. Hidalgo (comunicación personal, 18 de junio de 2015).
J. Barrera, artesano en taracea, refiere que San Marcos es un hermoso barrio por su
identidad y pertenencia. En este lugar todavía se mantiene la vecindad, que es lo que
ahora se ha perdido en la ciudad (comunicación personal, 10 de mayo de 2018).
J. Hidalgo destaca que tiempo atrás San Marcos era un lugar ideal para vivir, pues tenía
todo lo necesario, desde objetos antiguos, una librería, una tercena, un baño público,
hasta sitios donde tomar helados, postres tradicionales como los buñuelos, el chocolate
y el canelazo.
Por último, M. Díaz recuerda que en San Marcos durante décadas se llevó a cabo las
Fiestas de Quito; el tradicional juego del 40; los priostes que eran los encargados de
organizar la fiesta de Navidad, la comida y los canelazos; y las ofrendas que entregaban
en la iglesia para mejoras del barrio.
Estas actividades y otras más como el juego de cometas para niños, los juegos
deportivos juveniles y los tradicionales juegos de baile como el del tomate, el de la silla
vacía han actuado como aceleradores comunitarios sin que fuera necesaria la presencia
municipal, enfatiza la moradora (comunicación personal, 15 de mayo de 2018).
3.2 Barrio La Loma Grande
Respecto de La Loma Grande, este es uno de los barrios más antiguos y tradicionales de
la capital. Empezó a poblarse allá por 1541, siete años después de la fundación virreinal
de Quito, con la llegada de la comunidad dominicana, que se asentó en un extenso
terreno del extremo oeste de lo que hoy constituye el CHQ. Para 1734, el sito aparece ya
en los planos de la ciudad (El Telégrafo, 2020).
El barrio tiene una extensión de 28,53 ha y geográficamente empieza en el Arco de la
Iglesia de Santo Domingo, siendo la calle Rocafuerte su arteria principal. Esta fue
construida, al igual que la Iglesia en mención, en el siglo XVI y termina en la Mama
Cuchara, llamada así por su forma similar a la de una gran cuchara de palo, que se usa
en la gastronomía ecuatoriana. En homenaje a este instrumento, Ignacio Rivadeneira
Pérez, en los años de 1930, creó una melodía y desde entonces forma parte del
repertorio de bandas populares actual.
La Loma Grande se encuentra situada en la estructura límite sur del CHQ y su
configuración adquiere una imagen de pequeña meseta con forma de cola. Desde sus
inicios, el barrio fue poblado por indígenas, mestizos y blancos, y en el siglo XVII era
conocido como “La Calle Larga de la Loma”.
Por esos tiempos, varias familias aristocráticas quiteñas edificaron quintas de descanso
en las que se levantaron “villas”, entre las que sobresalen el castillete de la familia
Álvarez-Barba y la Villa Encantada de Abelardo Flores, bisnieto de Juan José Flores,
expresidente del Ecuador.
Eugenio Espejo y José Mejía Lequerica son dos intelectuales de Quito que vivieron en
este barrio. En 1794, el primero colocó banderines en la Iglesia de Santo Domingo con
la leyenda “Seamos libres y gloria al amparo de la cruz”, lo que generó la ira de la
Corona española. El segundo defendió los derechos americanos y proclamó la igualdad
en la Corte de Cádiz de 1810.
Y dado que es uno de los barrios más legendarios, cuenta con construcciones acorde al
estilo de la época. Por ejemplo, el Arco de Santo Domingo, adjunto a la Iglesia del
mismo nombre, fue construido en 1732 y es un portón de ingreso a la Loma Grande. Su
presencia crea la imagen de un barrio independizado del resto del CHQ, dentro del cual
existen unas 300 casas, algunas de estilo colonial. También está la Capilla de los
Milagros, edificada en 1580.
En cuanto a la arquitectura republicana, destacan la Capilla de Corpus Christi, erigida a
mediados del siglo XX y rediseñada en 1990; el Liceo Fernández Madrid, edificado en
1930; la Casa Cuna Gangotena Posse, que inició sus servicios en 1937; la antigua
Clínica Pasteur, que fue construida en 1934 y restaurada en 1991, institución médica
que actualmente ha sido reemplazada por el Centro Cultural Mama Cuchara. En este
barrio se construyó en 1899 la primera maternidad de Quito, en el inmueble donde hoy
funciona la Escuela Taller Quito, en la que muchachos reciben formación artesanal.
En cuanto a espacios de socialización recreativa y deportiva, destaca el Parque Jacinto
Jijón y Caamaño, ubicado en el extremo oriental de La Loma. Se levantó en 1935, en la
época del alcalde Jacinto Jijón y Caamaño. El Club Defensor Dávalos sobresale en el
fútbol, pero también se dedicó a realizar actividades sociales y culturales y fue creado a
finales de los años 70. La sede social del club, en aquellos años se localizaba en la calle
Magdalena Dávalos.
Gálvez (2020), uno de sus protagonistas del Club e integrante del Colectivo Mi Loma
Grande, dice: “son varias generaciones de jóvenes que han participado en la Liga
Deportiva de San Sebastián. La actividad deportiva fue una tradición barrial que hizo
del sector la esencia del lomeño” (Facebook https://n9.cl/o1cjc).
R. Jácome argumenta que, en los años 80, él fue a vivir a La Loma. Por esos años el
barrio tenía una característica muy importante: era un espacio comercial con oficios
muy antiguos como los vendedores de velas, de leche y nata, de pondos o recipientes
para depositar agua y los de esteras confeccionadas con palma, juncos u otros tallos
entrelazados, usualmente utilizadas para cubrir el suelo de una casa. Estos negocios se
ubicaban en la puerta de la Iglesia Santo Domingo (comunicación personal, 17 de junio
de 2015).
Por su parte, M. Rubio, coordinador del Colectivo Mi Loma Grande, señala que en la
calle Rocafuerte aún es posible encontrar peluqueros, sastres, panaderos, herreros y
carpinteros (comunicación personal, 17 de junio de 2015). Que, de acuerdo con C.
Zurita, arquitecto del sector, ha dado como resultado un barrio comercial y social, con
características populares (comunicación personal, 17 de junio de 2015). Sobre esto
último, desde el punto de vista social y económico, La Loma Grande pertenecía a
estratos bajos en los años 80. Así, de la población económicamente activa (mayores de
12 años), el 35 % se ubicaba en las capas medias y la pequeña burguesía urbana y el 67
% formaba parte de las capas bajas y asalariadas (Municipio del Distrito Metropolitano
de Quito, 1992).
Las tiendas eran los lugares comerciales que facilitaban el diario vivir de los barrios del
CHQ y de los lomeños. En general, comenta Zurita, estaban abiertas desde las 06h00
hasta las 22h00 y se acudía a ellas para comprar, entre otras cosas, cigarrillos por
unidad, lo que constituía una ocasión para intercambiar noticias del sector. Además, este
tipo de negocios era muy habitual en Quito. Por ejemplo, para 1987, la ciudad contaba
con 7566 tiendas repartidas en los barrios del centro, sur y norte de la capital, cifra que
representaba el 14 % de las 53.175 actividades registradas (Municipio del Distrito
Metropolitano de Quito, 1992).
Por su parte, R. Jácome observa que la calle Rocafuerte, hace 40 años se había
convertido en un espacio espontáneo de visita turística, debido al comercio tradicional, a
sus casas patrimoniales, su conexión con la calle La Ronda y la Terminal Terrestre
Cumandá (comunicación personal, 17 de junio de 2015).
Sobre las actividades tradicionales, El Manto Sagrado es un negocio de propiedad de la
artesana R. Chiguano, quien dice que este comercio lo creó varías décadas atrás y oferta
productos para el turismo religioso como ajuares para el Niño Dios, imágenes en yeso y
fibra de vidrio. El local se encuentra ubicado en la calle Rocafuerte Oe5-32 y García
Moreno (comunicación personal, 28 de junio de 2016).
Sin embargo, no existía ningún plan municipal dirigido a la ciudadanía para que se
interese por conocer el patrimonio histórico que el barrio ofrecía al público como la
Capilla de los Milagros, la de Corpus Cristi, La Villa Encantada. La Mama Cuchara y el
barrio obrero, uno de los primeros de Quito que ostenta esta condición (R. Jácome
comunicación personal, 17 de junio de 2015).
También C. Zurita menciona que varios elementos permitieron la identidad patrimonial
popular en los años 80. Cita varios ejemplos, pero si hay algo que sus moradores
identifican y lo asumen con orgullo es El Amadazo, una fiesta popular que reunía
anualmente a toda la vecindad (comunicación personal, 17 de junio de 2015).
Así también se celebraban las fiestas de Navidad y de Fin de Año. Había las
tradicionales “vacas locas”, “las viudas”, payasos para niños, las carreras de coches de
madera, juegos populares y el “Año Viejo”. El festejo se realizaba al son de la banda de
pueblo junto con el disfrute de tres bebidas muy quiteñas: el vino hervido, la cerveza y
el canelazo. Este último, originario de los Andes ecuatorianos, se lo consume caliente
especialmente en las Fiestas de Quito, Navidad y Fin de Año y consiste en mezclar
aguardiente, azúcar y agua de canela.
La bebida en mención ha sido llevada a la cultura musical. El canelazo es un albazo
muy popular en la ciudad de Quito y su autor es Gerardo Arias. El primer grupo
internacional en interpretarla fueron los Inti-Illimani de Chile, por la influencia de uno
de sus integrantes de origen ecuatoriano. Los Kaukas-Tequilazo de México llegaron a
grabar también la canción. Su letra refleja la tristeza de un hombre que desea olvidar a
su amor perdido, embriagándose con esta bebida.
Igualmente, el barrio poseía una fuerte influencia de mitos y leyendas sobre todo de
estilo religioso. Por ejemplo, se dice que Molino del río Machángara narra la historia de
una mujer quiteña que dialogaba con Jesús en una de las laderas del barrio; La Viuda,
en cambio, cuenta que una mujer salía por las noches al barrio a asustar a sus vecinos; y
La Condesa describe a una mujer adinerada que vivía en la Villa Encantada.
En La Loma vivieron tanto dueños como arrendatarios de las propiedades. El barrio
tenía una relación de vecindad estrecha, debido a que la mayoría de las personas
participaba de varias iniciativas como las mingas para mejorar ciertos aspectos del
barrio, como las calles, sostiene Zurita (comunicación personal, 17 de junio de 2015).
La memoria comunal y social del barrio, según Zurita, no se ha perdido y son sus
dirigentes quienes la han mantenido de generación en generación. Por ello, sus
moradores y líderes opinan que La Loma fue un lugar tranquilo y organizado en 1980.
Al respecto, M. Rubio refiere que el sector no necesitó del apoyo municipal, porque era
una comunidad organizada, un lugar ético, de reposo, fiesta y economía popular. Así, la
identidad “lomeña” era más importante que la referencia al CHQ como Patrimonio de la
Humanidad (comunicación personal, 17 de junio de 2015).
Conclusiones
Del análisis de las entrevistas a los moradores se puede afirmar que el municipio forma
parte de los recuerdos de los vecinos, pero no es actor determinante en su diario vivir.
Por este motivo, los entrevistados se alejan del tradicional imaginario de un centro
histórico ideal y a partir de su experiencia objetan al municipio de Quito por no haber
incluido a sus barrios en su gestión. Esto los incentivó a fortalecerse como asociación
vecinal.
Se puede concluir, entonces, que ni el enfoque monumental ni el social del patrimonio
posibilitaron la inclusión de los imaginarios, discursos, tradiciones y objetos culturales
vinculados a los barrios en una propuesta de gestión patrimonial y establecer un vínculo
con la ciudad que aproveche la condición de Quito patrimonio de la humanidad. Esta
situación permite leer al centro de Quito como un proceso que se contrapone a un centro
estático.
Los barrios, compuestos por variadas escalas históricas, distintas procedencias étnicas y
culturales, tradiciones, problemas comunes y un sentido de identidad, se constituyeron
en protagonistas vivos del desarrollo urbano. Este hecho fue valorado como la auténtica
riqueza de estos espacios, una realidad histórica, social y cultural que hacía de la
periferia barrial un lugar ético, alegre e ideal para vivir, lo cual fue una manera distinta
de comprender el CHQ.
Así pues, en los años 80, según lo expuesto por los moradores entrevistados, el barrio
fue un sitio vivo y habitable por excelencia, donde realizaban actividades colaborativas,
como la minga que fue una práctica generalizada en el CHQ y daba un sentido nuclear a
la dimensión social del barrio.
También existían otros elementos que unía a la comunidad como el deporte, el arte, la
fiesta, el comercio, la gastronomía, la diversión, etc., situaciones que dinamizaban a los
barrios y creaba identidad no en los planes municipales, sino en la vida diaria. Cabe
señalar que el CHQ siempre fue, a decir de los testimonios, una opción turística,
artística, recreacional, comercial y residencial. Se requería la elaboración de un mapa
turístico para el trazado de un recorrido que involucrara calles nucleares como la Junín;
sitios de comida tradicional; talleres artesanales; patrimonio barrial; artistas locales;
juegos de entretenimiento tradicional y mercados populares.
Todas estas acciones cobraron protagonismo en un escenario marcado por las
dificultades sociales y la debilidad municipal. Sin tener maduras reflexiones, estas
acciones tendieron a recuperar el rol del barrio en el centro histórico, lugar que fue
pensado y construido por artesanos, artistas, amas de casa, comerciantes, indígenas,
líderes barriales, profesionales y moradores en general.
De esto se concluye, por un lado, que el CHQ en la década de 1980, fue atravesado por
la mirada colectiva y la imagen urbana descansó en la cohesión social de barrios
caracterizados como multiculturales. Y, por otro lado, esta experiencia requiere,
actualmente, ser puesto en valor mediante un modelo reflexivo y de gestión que enfatice
en la protección de la periferia geográfica y sus habitantes, a fin de consolidar un
enfoque poblacional urbano con un agente colectivo capaz de materializarlo. La
principal labor de esta perspectiva debe ser construir diálogos, colaboraciones e
intereses entre las comunidades y el cabildo de Quito actual.
En este sentido, un urbanismo barrial debe promover a los barrios como mediadores
comunitarios en la creación de conocimiento sobre el contexto local del CHQ. Así pues,
la periferia es un espacio fundamental para entender al CHQ y el sistema urbano, el cual
está atravesado por determinantes económico-productivas, sociales, pluritemporales y
multiculturales en su patrimonio e historia. Estos elementos, junto con la definición
geográfica y administrativa asignada por el municipio de Quito, respecto del trazado
espacial urbano del CHQ, se relacionan, interactúan y conforman los lineamientos
conceptuales, metodológicos y de identidad de Quito actual.
En la reflexión del urbanismo barrial, el barrio es un microscopio social donde se
pueden visualizar, tanto las potencialidades, como los problemas urbanos y municipales.
De este modo, el contenido periférico debe ser fuente de referencia para estudios
históricos y patrimoniales y para la elaboración de planes, cuyo propósito sea identificar
una nueva arquitectura urbana para asegurar el bienestar social y económico de los
moradores del centro.
Las directrices que enfatizan la importancia de la población proponen que la
construcción del CHQ debe apostar por un enfoque que contribuya a rescatar la
memoria popular y recuperar a uno de los actores principales del centro: los barrios
periféricos que, por intereses institucionales, a lo largo de los últimos años, se han ido
descontextualizando, relegando, desinformando y criminalizando por su contenido
popular.
Estas y otras prácticas como la gastronomía, la tradición popular y las estructuras
arquitectónicas patrimoniales, instaladas en los territorios, son las que enmarcan el
conjunto de la cultura urbana del CHQ. Para los barrios, estas prácticas son los
mecanismos que usan para sentar las bases de la identidad alrededor de la función social
del patrimonio y la historia barrial.
En este escenario, el centro de la ciudad de Quito y sus barrios presentan las
condiciones propicias para ser promocionados como atractivos turísticos a escala
nacional e internacional con acento en su historia, patrimonio y tradiciones. Sus
contenidos constituyen una propuesta innovadora y poco explorada y son aportes desde
la experiencia vecinal hacia el conjunto de la urbe.
Finalmente, de lo analizado en este trabajo, es necesario un acercamiento diferente al
CHQ. Por un lado, la revisión de lo sucedido en los años 80 no puede desconocer la
importancia de los barrios periféricos, porque los pobladores colocaron la necesidad de
articular la política pública, la cultura organizativa y los barrios como un valor agregado
al turismo y patrimonio del centro. Y, por otro, Quito, en los momentos actuales,
atraviesa una crisis de gestión, de institucionalidad, presupuesto económico e
infraestructura similar a la ocurrida en los años 80, pero agravada por dos factores: la
pandemia (Covid-19) y las disputas políticas al interior del cabildo, que culminaron con
la destitución del alcalde Jorge Yunda, convirtiéndose lo ocurrido en el acontecimiento
más complejo de la historia de la ciudad.
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