de la vida. Las instituciones de educación superior se encuentran bien situadas ante el
fenómeno actual de la globalización. Es decir que, permiten remediar la brecha de
conocimiento y enriquecer el diálogo entre las comunidades y sus culturas.
Es importante destacar que, a través de la extensión, la universidad socializa la cultura. Es por
ello que, Teixeira (2015) afirma que, no se puede aislar la cultura de la vida, sino para darle
vida y convertirla en maestra de la experiencia. Por tanto, la relevancia social de la extensión
es la claridad en el compromiso social, siendo una de las principales funciones de la
universidad frente a los diversos nudos críticos que se presentan en su entorno social. Esto
significa que el recinto universitario no debe perder de vista sus proyectos y programas que
estén orientados a la transformación social y, en consecuencia, les permita mejorar la calidad
de vida de la población interna y externa de su entorno.
Igualmente se hace necesario hacer frente a situaciones problemáticas que afligen a una
sociedad que requiere de una preparación ya sea técnica o profesional para poder tener
habilidades pertinentes al momento afrontar la complejidad del ser humano. De esta forma,
Nogueira (2015) sostiene que la universidad de hoy día tiene como principio educar a los
ciudadanos que se encuentren comprometidos con los problemas sociales, y, al mismo tiempo
puedan generar posibles soluciones, a través de la puesta en práctica de los saberes adquiridos
durante su instrucción académica.
Ahora bien, la universidad debe superar la visión que tiene de la extensión universitaria como
mero mecanismo de proyección social, sino como un conjunto de acciones bien intencionadas
en pro de la comunidad. Pues claro está que, la función principal de la extensión es la
formación profesional, la producción de conocimiento, el desarrollo social y la mejora de la
calidad de vida de la comunidad en general.
El Foro de Pro-Rectores de Universidades Públicas Brasileñas lanzó el Plan Nacional de
Extensión en 2001, con el siguiente concepto de extensión universitaria: “La extensión
universitaria es la educación, representa un proceso cultural y científico que articula la
Docencia y la Investigación de manera inseparable, posibilitando la relación transformadora
entre Universidad y Sociedad” (FORPROEX, 2001, p. 05). Esta cita refleja lo importante que
fue para la universidad poder proyectarse más hacia la comunidad, en este caso poder llevar
los conocimientos académicos a un conglomerado quizás olvidado por la misma sociedad.
Para Sampaio (2014), una Política Nacional de Extensión solo tendrá sentido en el sistema de
educación superior si logra elaborar conceptos y hacer propuestas que respondan
positivamente a la función real de la universidad. Claro está que, la extensión ocupa un lugar
privilegiado en la academia, porque busca dar respuesta a las diferentes aristas que relacionan
la producción de conocimientos que se gestan desde el interior de la universidad,
contribuyendo así a incidir en la relevancia social y política de la docencia e investigación.
Las Pro-Rectorías de Extensión, a su vez, tienen su existencia ligada a una acción táctica de
articulación, sensibilización y coordinación, en el contexto estratégico de construcción
procedimental de la apertura y confrontación entre la universidad y la sociedad (Nogueira,
2015). Entonces, un aspecto relevante para las Instituciones de educación superior, es la
interpretación del concepto de extensión universitaria que, no ha sido asimilada por muchos
profesionales, que limitan su función a cursos, simposios y congresos.
Por su parte, Souza (2005) considera que la extensión es más que un instrumento que habilita
la función social de la universidad; es también una forma de socializar lo que se produce en la
investigación y la docencia. Aquí cabe recordar la articulación y no socialización de las tres
funciones básicas de la universidad: Docencia, Investigación y Extensión. El autor antes