La Organización Mundial de la Salud (OMS) conceptualiza al COVID-19 como “la
enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha descubierto más
recientemente. Tanto el nuevo virus como la enfermedad eran desconocidos antes de
que estallara el brote en Wuhan (China) en diciembre de 2019” (Brítez, 2020). Desde el
inicio de la pandemia el sistema educativo soportó duros cambios, uno de ellos fue la
emisión de clases virtuales, donde los problemas de conectividad, la falta de
herramientas tecnológicas y la deserción escolar son los inconvenientes que se
mantienen en el nuevo período escolar 2020-2021 que dejó un saldo negativo y una baja
en la calidad en la educación. El proceso de enseñanza-aprendizaje permite conocer las
realidades de los sujetos educativos en términos de Narvarte (2008) citado por Aguilar
(2020) es reconocer “los trastornos que perturban el aprendizaje y detectar las posibles
causas motoras, mentales, madurativas, emocionales, socioculturales” (p.12).
La educación virtual se ha enmarcado como una cultura de afinidad entre el estudiante y
profesor, “en donde el profesor señala como material de la asignatura el uso de los
diversos recursos formativos gratuitos que se encuentran en el entorno digital, para una
adecuada enseñanza cubriendo las necesidades de los estudiantes” (Atarama, 2020, p.6).
Según Aragón y Cruz (2020) citado por Gómez y Escobar (2021), en el caso de los
maestros “las principales dificultades se refieren a la comunicación con los estudiantes y
sus familias, así como a los problemas en el acceso a los recursos de Aprendo en Casa”
esta estrategia sirvió para que el aprendizaje de los estudiantes no se detenga. El rol de
los padres de familia es velar por el cuidado y protección de sus familias. Además,
concientizar las consecuencias de la pandemia debido a la emergencia sanitaria, porque
el distanciamiento de sus maestros y compañeros era necesario por la salud familiar.
Pelusa (2020) asegura que a los padres y madres de familia “les tocó acompañar a sus
hijos e hijas en la educación a distancia”. En el caso de los niños de inicial y primeros
grados si no estaban con un adulto era difícil seguir la clase de forma fluida.
El objetivo primordial de la educación es brindar un espacio acorde a los grupos etarios
a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes dentro de estas instalaciones escolares, para
fortalecer la relación dialógica con el docente, como establece la ley (Rodés, 2021).
Pero entendiendo a la escuela no como la instalación física solamente, sino como el
espacio y el tiempo destinados al aprendizaje. Este es el objetivo esencial del Estado,
sostener el proceso educativo, un objetivo del Ecuador entero que se debe apoyar en
circunstancias donde la emergencia demanda medidas excepcionales del sistema
educativo.
La educación en situaciones de emergencia como la actual requiere una reorientación
profunda de la acción educativa para ser pertinente, relevante y adecuada. La contención
socio emocional, la protección integral, apertura lúdica de los encuentros y aprendizajes,
el cambio de nuestras costumbres, hábitos, formas de organizarnos y el abordaje
interdisciplinar de los aprendizajes, son parte de estas respuestas necesarias para una
pedagogía durante la emergencia (Ministerio de Educación, 2020).
El acceso a la educación en la zona rural durante la emergencia sanitaria fue ínfimo, las
familias no contaron con los equipos tecnológicos y recursos como el Internet, que
impidió que miles de niñas, niños y adolescentes puedan continuar con sus estudios.
De acuerdo con Unicef (2020, p.1)