Desde otra arista, también la industria de iniciativa privada ha impulsado la revolución
digital, a tenor de la integración e igualdad de las personas. Claramente es vislumbrado
este panorama con lo que acontece con las Redes Sociales (RS), las cuales han acortado
las distancias comunicativas, procuran romper los paradigmas tradicionalistas
reduccionistas sociales y han recodificado al mundo, además de que pueden ser muy
asequibles entre los individuos. Las RS actualmente fungen como una necesidad de
carácter intra e interpersonal y uno de los sectores poblacionales que mayormente han
sido empoderados con éstas, son los adolescentes, los cuales se encuentran activamente
cursando la educación secundaria.
Los jóvenes antes mencionados emplean las RS de manera natural, les resulta familiar
navegar en sus aguas digitales, sobre todo por la existencia y abundancia de contenido
que les resulta atractivo y hasta cierto punto adictivo (Torres, 2022). Algo que es
importante destacar en este grupo generacional, es el autodescubrimiento de lo que
experimentan al interactuar en las RS sobre temáticas de su interés, como lo es para
generar amistades, tener esparcimiento y momentos de ocio, aproximarse a información
que les ayude en estudios escolares, crear códigos comunicativos, etc., lo cual puede
cobrar mucho valor para ellos.
Una problemática es que los adolescentes cuando están en la red de navegación dedican
alrededor de 318 minutos diarios al uso de internet en general, en donde su principal
foco de interés es hacer presencia en las RS, para lo cual destinan 176 minutos
exclusivamente a este rubro (Hernández y Rayón, 2021); tanto tiempo invertido a las
RS puede incrementar los neuroquímicos que dan la sensación de felicidad y bienestar
(Cabero y Valencia, 2019), por ende, es de suponer que los individuos quieran estar
constantemente conectados.
Esto es alarmante, el que tanto tiempo sea invertido en esos espacios, porque deriva en
adicción a las RS, y más al considerar que uno de los mayores focos de uso es para el
ocio y entretenimiento, mediante contenido digital que no enriquecen el saber de los
usuarios; la mayor cantidad de contenido es infantilizado y neurobiológicamente hace
que la etapa de adolescencia sea más pronunciada, y la toma de decisiones y el
pensamiento crítico es debilitado.
Desde otra panorámica, muchos de los adultos (como migrantes digitales) que
envuelven a los estudiantes de secundaria, encuentran barreras cuando entran en
contacto con los diferentes medios digitales (Icaza et al., 2019), sienten animadversión o
desmotivación por encontrarlos complejos. Por ende, esta población no resulta empática
con los adolescentes del significado de las RS, no saben cómo monitorear a los menores
de edad para que tengan un uso éticamente apropiado de las RS. A grandes rasgos se
puede decir que el manejo de las RS al igual que de los dispositivos digitales, en general
en los estudiantes de secundaria rebasa por mucho los niveles de adaptación y desarrollo
de las Competencias Digitales (CD) en las personas adultas, como en los padres,
maestros, directivos, etc.
El uso desmedido y desubicado de estos sitios digitales, sumados al analfabetismo
digital (de las personas en general), puede derivar en resultados nocivos de los
estudiantes como usuarios internautas, tal como en la procrastinación, desinformación,
problemas emocionales y afectivos, sexting, grooming, doxing, ciberbullying, entre
otros (Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, 2019). En este
marco de ideas, Valencia et al. (2021) afirman que:
El uso excesivo de las redes sociales puede provocar efectos contraproducentes
en los jóvenes: aislamiento social, distorsión entre el mundo real y virtual, falta