Es determinante comprender la función de la familia, el sistema de valores, la función de normas,
regulación, estructura, la plenitud de las relaciones familiares con el entorno (Presentación-
Herrero et al., 2006). Entre los factores a considerar para contrarrestar el funcionamiento mental
se encuentra determinado además por adaptabilidad, para lo cual es necesario conocer los riesgos
y las posibilidades de acrecentar esta vulnerabilidad, donde el niño se encuentra y para lo cual
existe una tendencia a asimilar patologías con problemas de conducta, es decir, las normas y
reglas mal establecidas o ausentes son las que aumentan de manera inconsciente esta presencia
de criterios, donde se manifiestan en ocasiones con prácticas autoritarias y hostiles de crianza,
abuso verbal y físico (Krieger et al., 2019).
Asimismo, Herrero et al. (2006) señalan que la familia influye sustancialmente en el curso de
cualquier trastorno del desarrollo, y en el caso del TDAH, la disfunción del grupo familiar puede
mantener o amplificar la sintomatología. A decir de estos autores, es importante tomar en
cuenta la afectación que es para las familias el recibir el diagnóstico de TDAH en sus hijos, en
tal sentido, varios estudios se han realizado sobre el tema y lo que representa para ellos el hecho
de tener un hijo con este trastorno, por lo tanto, el sistema familiar se encuentra con el nivel de
estrés elevado y conflictividad de las interacciones paterno-filiales, además de sentimientos
negativos dirigido hacia su rol paterno como ineficacia personal, estrés, frustración, enojo,
además, la observación que se realizó entre ,los niños con TDAH y sus consanguíneos lleva a
destacar que los hermanos tienen sentimientos de incomodidad a la hora de participar en
actividades conjuntas, también manifiestan sentirse influidos como víctimas, al ser responsables
del cuidado de su hermano, en ocasiones les invade emociones no saludables como la tristeza
(Rosell et al., 2003 citado en Herrero et al., 2006).
Por otro lado, los estilos de crianza son procesos que deben permitir el correcto desarrollo del
niño, cubriendo todas sus necesidades y posibilitando el aprendizaje dentro de espacios
estimulantes. La conducta parental es multifactorial y va a desencadenar comportamientos
acordes a los modelos de crianza, y estos se desarrollarán conforme sea la interacción familiar
(Grau Sevilla, 2007).
De acuerdo a esto, se conceptualizan tres estilos de crianza: autoritario, permisivo y democrático.
El estilo autoritario se presenta en la utilización de castigo o de la fuerza frecuentemente como
una forma para controlar la conducta de los vástagos, para lo cual los padres utilizan estilos de
crianza aprendidos de generaciones anteriores; así también, el modo permisivo se caracteriza por
la limitada capacidad de establecer normas y reglas a sus hijos, los padres no proporcionan
autonomía sin limitaciones, su objetivo fundamental es la evitación a asumir su autoridad,
donde se caracteriza por limitar y castigar al no contar con las recursos necesarios para
resolver problemas familiares, sin embargo, la interacción es desestructurada, por lo general no
proporciona un modelo para identificar o emular a un padre o una madre. Por último, la
democracia parental se caracteriza por buscar el dialogo de manera constante, de manera racional
y la negociación es fundamental en este tipo de estilo (Baumrind, 1996 citado en Gonzales et al.,
2014).
Por lo tanto, los estilos y modelos de crianza llegarán a ser factores estresores, y más aún con un
niño con el diagnóstico de TDAH, el estrés familiar es generado por las conductas de los niños
con TDAH; es decir, el estrés aumenta con los retos que conlleva este diagnóstico en ámbitos